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  • Endocardio:

Membrana delgada y lisa que reviste el interior de las cavidades del corazón, aurículas y ventrículos. El endocardio, túnica más interna del órgano muscular, está conformado por tres capas: interna, media y externa; y su grosor es menor en las aurículas. Al ser una superficie lisa, permite que la sangre pase fácilmente por las cavidades

El endocardio está compuesto de células endoteliales, las que facilitan el flujo sanguíneo. Dentro de sus funciones está el controlar el miocardio. Ya que produce y libera endocardina, una sustancia que prolonga la contracción del músculo.
Con la edad se vuelve más grueso y opaco.



 

  • Endocarditis infecciosa:


Infección de la membrana que recubre el interior de las cavidades del corazón (endocardio) o las válvulas cardíacas, que puede ser causada por bacterias, hongos u otros microorganismos que penetran en la corriente sanguínea; estos pueden proliferar y formar coágulos infectados que se desprenden y viajan por el cuerpo a través de la sangre. Entre las personas con mayor riesgo de padecer esta enfermedad, están aquellas con otros problemas al corazón, con una válvula cardíaca dañada, y los hombres de más de 50 años.

Si la endocarditis no es tratada puede provocar, además de un coágulo sanguíneo (embolia), un ritmo cardíaco irregular (arritmia), daño o destrucción de las válvulas, e incluso, una insuficiencia cardíaca congestiva.

Cuando la infección se produjo hace poco, los síntomas de la endocarditis aguda pueden ser sensación de gripe, sudoración nocturna, dolor generalizado y falta de energía. En el caso de la crónica, es posible que la persona se sienta afiebrada, con escalofríos, muy cansada, que baje de peso y presente dolores en las articulaciones, sudoración nocturna, o los síntomas de la insuficiencia cardíaca.

El tratamiento de la endocarditis es siempre con antibióticos intravenosos por cuatro a seis semanas; y si las válvulas cardíacas han sido dañadas, debe realizarse una intervención quirúrgica.




  • Estenosis Valvular:


Estrechamiento u obstrucción de una válvula, que regula el flujo de sangre desde una  cavidad del corazón a la aorta (estenosis valvular aórtica), al pulmón (estenosis valvular pulmonar), o a otra cavidad (estenosis tricuspídea o mitral).

La estenosis valvular aortica es causada por la acumulación de sedimentos que reducen la circulación; la pulmonar por un defecto durante el desarrollo fetal, comúnmente; y en el caso de la tricuspídea y la mitral, ambas son causadas típicamente por la fiebre reumática. El entorpecimiento de la circulación sanguínea provoca que el ventrículo o la aurícula deba esforzarse más para compensar el flujo reducido, lo que a la larga debilita el músculo cardíaco, hasta provocar una insuficiencia cardíaca.

La enfermedad que es más común en hombres, puede no presentar síntomas por muchos años, pero cuando aparecen es posible sufrir de desmayos, dolor en el pecho, falta de aliento, palpitaciones cardíacas y tos. Una de las recomendaciones más importantes para quienes sufren de estenosis valvular aórtica es que no realicen ejercicios demasiado intensos.

Los tratamientos dependen del grado en que se encuentre la enfermedad, cuando es leve sólo es necesario ir periódicamente al especialista; pero cuando es grave, hay que sustituir quirúrgicamente la válvula.




  • Embolia:

Interrupción repentina del flujo de sangre a un órgano o parte del cuerpo, debido a un coágulo (émbolo) que viaja desde el lugar donde se formó a otro, a través del torrente sanguíneo. La obstrucción por uno o más coágulos, priva a los tejidos del flujo sanguíneo normal y de oxígeno, lo que puede producir daño o muerte tisular (necrosis).

Es muy común que se produzcan émbolos en las piernas y en los pies; pero también pueden ocurrir en el cerebro, lo que llevará a un accidente cerebrovascular. Y los órganos menos probables de sufrir un émbolo, son los riñones, los intestinos y los ojos. Uno de los principales factores de riesgo para una embolia arterial es la fibrilación auricular (arritmia cardíaca), y otro es la endocarditis (infección del interior del corazón).

Según el lugar de asentamiento, es posible identificar tipos de embolia: cerebral, pulmonar, renal, retiniana, femoral, entre otras; y según la naturaleza del émbolo se denominan: grasa, gaseosa, tumoral, etc.

Uno de los síntomas de la embolia es un dolor agudo que se origina en el lugar donde existe un émbolo, debido al espasmo arterial; e incluso una disminución temporal de la función del órgano. También, cuando las extremidades están comprometidas, se vuelvan frías, hay una disminución o ausencia de pulso, y una falta de movimiento o debilidad de éstas.

En el tratamiento de una embolia, algunas personas pueden necesitar cirugía para realizarle un bypass, una aspiración del coágulo, o una abertura de la arteria. Es importante destacar que el área afectada puede sufrir daños permanentes y hasta aproximadamente un 25% de los casos requiere amputación.




  • Edema:

Es una hinchazón causada por la acumulación de líquido en los tejidos del cuerpo; y suelen ocurrir en los pies, tobillos y piernas, pero aun así puede afectar a todo el cuerpo. Es posible identificarlo porque la piel sobre la zona hinchada puede estar estirada o brillante, y al presionar con un dedo levemente esa parte durante 10 o 15 segundos, dejará un hoyuelo en la piel.

Las causas de edema son: consumo excesivo de sal, quemaduras de sol, insuficiencia cardíaca, enfermedades de los riñones, el hígado o de los pulmones; problemas hepáticos por cirrosis; el embarazo, debido a la presión del útero sobre los vasos sanguíneos y la parte inferior del cuerpo. También, problemas con los ganglios linfáticos, algunas medicinas, y permanecer mucho tiempo de pie o sentado cuando hace calor.

El tratamiento más común para disminuir el edema es medicarse con diuréticos; además de mantener las extremidades elevadas, usar medias elásticas y limitar en consumo de sal. Aparte de tratar las enfermedades causantes del edema.


 

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