Alimentación de niños, problemas de grandes

 


En Chile, casi el 40% de los niños de primero básico están excedidos en peso y la mitad de estos tiene obesidad. Estas cifras alarmantes obedecen a cambios en el estilo de vida, ya que la combinación entre sedentarismo y la alimentación poco saludable, potencian la enfermedad nutricional

 

En los últimos 20 años, en el país ha existido un desarrollo social  que ha provocado una transición epidemiológica avanzada, es decir, se dejan de lado problemas clásicos como infecciones y deshidratación asociadas a diarrea, y se pasa a patologías crónicas: la población comienza a subir de peso, desarrolla obesidad, aumenta la diabetes, la hipertensión, y la muerte cardiovascular.

 

Según la Dra. Salesa Barja, nutrióloga infantil de la Universidad Católica, el 80% de la población chilena adulta es sedentaria, y los niños no son la excepción. “Se va en auto a todos los lugares, usamos escaleras eléctricas, hacemos muy poco ejercicio, y los niños desde pequeños se pasan mucho tiempo en el hogar con juegos de pantalla o televisión”, agrega.

 

En busca de optimizar del tiempo, y debido a la globalización, las personas acceden a una amplia gama de comida rápida a precios bajos, sabrosa, y muy calórica, rica en grasa y azúcar; o sea, una alimentación poco saludable, muy distinta a la que hasta hace una o dos décadas atrás componía la dieta chilena.

Los cambios en las costumbres en general han provocado una combinación dañina para el hombre; el sedentarismo y la alimentación poco sana potencian la obesidad, y en consecuencia las enfermedades derivadas. Los niños han sido los más afectados al adquirir los hábitos de sus padres.

Lamentablemente, un adolescente obeso tiene un 80% de probabilidad de ser un adulto con este problema, ya que tiende a mantenerse; en los niños pequeños, eso si, es menor la posibilidad. “No sólo seguirá teniendo sobrepeso, sino que se enfrentará a enfermedades que le signifiquen un mayor riesgo cardiovascular a futuro: hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, problemas que antes se pensaba que eran muy a futuro, ahora ya se ve en adolescentes y en adultos jóvenes, no es un riesgo para cuando tengan 50 años, sino uno real y cercano”, explica la Doctora.

 

No es un juego de niños

 

El niño tiene un organismo en crecimiento, se desarrolla en estatura, peso y composición corporal, motivo por el que cambia paralelamente la actividad física que lleva a cabo. En cada etapa de la vida los requerimientos van cambiando, por eso no es lo mismo tratar a un menor de dos años, a un preescolar, escolar, y un preadolescente. “Uno de los mayores errores en nuestra sociedad va por el lado de la cantidad, porque se le da a los niños -que tienen requerimientos muchos más bajos- porciones muy similares a la de los adultos”, agrega la especialista.

 

En una terapia nutricional más que hablar de calorías, o cantidades específicas por edad, se especifican porciones aproximadas de alimentos saludables. Por otra parte, el tratamiento de la obesidad en adultos es difícil, porque tiene muy bajo rendimiento al requerir cambios en los hábitos de vida establecidos hace años; es por esto que se busca erradicarla en edades precoces, y enseñar a los padres a prevenir que sus hijos sufran este mal.

“Cuando un padre lleva por primera vez a tratamiento de la obesidad a su hijo, lo primero es construir una relación médico paciente con ese niño, así como establecer un nexo con su familia, porque es ésta la que condiciona sus actos. Es necesario averiguar la motivación de cambio, por qué consulta”, cuenta la nutrióloga quien además señala que así, comienza el tratamiento contra la obesidad. Es fundamental esclarecer todo tipo de dudas por ambas partes, porque el especialista necesita entender al paciente para saber cuál es el mejor camino para ayudarlo.

 

Y es que cada paciente es único: ante un niño y una familia con motivación, lo más seguro es que ocurran cambios, porque el apoyo de los padres es primordial. “Aun cuando los papás también son obesos,  si todos en la casa están motivados, lo más probables es que se logre un cambio de hábitos de toda la familia para ayudar al niño”, destaca la especialista.

 

Si los padres no están convencidos, por mucho que el niño quiera cambiar, no lo va a lograr, porque son los adultos quienes deciden el tipo de alimentación, y gozan del poder adquisitivo para apoyar, dentro de lo posible, las alternativas al tratamiento. Luego para comenzar a trabajar en el caso, se diagnostica el grado de obesidad que tiene el menor, para avanzar a la proyección del plan saludable. Además, es necesario estudiar las posibles complicaciones asociadas a la enfermedad. Una vez armado el cuadro general, se propone a la familia un tratamiento cuyo denominador común es el aumento de la actividad física y una dieta equilibrada.

 

La Doctora destaca que por lo general en los niños no se restringe en forma estricta, ya que como están en pleno desarrollo, se busca una alimentación más saludable que le permita seguir creciendo, pero es necesario disminuir la cantidad de grasa y azúcar.

 

Aprendiendo a comer

Para lograr una dieta equilibrada en el niño es preciso cumplir con tres puntos: primero es necesario tener una alimentación estructurada, o sea cuatro comidas al día: desayuno, almuerzo, once y cena, o una colación pequeña para el recreo del colegio; segundo, ordenada, es decir que éstas sean en horarios regulares; y tercero, en cantidades adecuadas que cambien de acuerdo a la edad.

“Es recomendable que un escolar consuma un vaso de leche descremada, dos o tres veces al día; dos unidades de pan batido, con un contenido saludable que ojalá sea lo menos graso posible, si es margarina que sea dietética y en pequeñas cantidades, pero lo mejor sería tomate con jamón de pavo o quesillo, palta, o pequeñas cantidades de queso amarillo”, cuenta la Dra. Barja.

 

Respecto a las porciones, la especialista recomienda para un niño de quinto básico, en el almuerzo una presa y el contenido de una taza de acompañamiento; la cena debe ser necesariamente más pequeña y los alimentos, en general, más livianos.

 

Pero no basta con supervisar lo que el niño come en la casa, la mayor parte del día se lo pasan en el colegio, y los padres sin duda deben preocuparse de qué consumen sus hijos durante estas horas. La nutrióloga infantil cuenta que el 90% de los niños de básica lleva en promedio alrededor de 500 calorías al colegio en colaciones, entre galletas, gaseosas, chocolates, bocadillos y jugos, un exceso grave, sobre todo si se toma en cuenta que un niño de primero básico tiene una recomendación diaria de 1.400 a 1.500 calorias. Excederse no cuesta nada, y es que pequeños excesos de calorías diarios, se acumulan a fin de mes.

 

La especialista hace hincapié en que los padres no deben enviar alimentos para todos los recreos, ya que basta con uno. “Cuando se habla de colaciones, es necesario esclarecer que los descansos entre clases son para jugar y gastar energía, no para consumirlas”, explica.

 

Cuidando la salud desde pequeños

 

La obesidad en el niño no sólo favorece que siga siéndolo en la edad adulta, sino que también marca el camino hacia las patologías cardiovasculares, porque el menor ya tiene alteraciones en sus arterias que van a favorecer, por ejemplo, la arteriosclerosis.

 

“Si el niño es obeso, es frecuente que tenga el colesterol protector bajo, triglicéridos -otra grasa de la sangre- elevada, hipertensión, o resistencia insulínica, por lo tanto es más probable encontrar en ellos arterias más engrosadas, como hemos evidenciado en estudios clínicos en la Universidad Católica”, explica la especialista.

 

Gracias a las terapias para adelgazar, muchas de las complicaciones terminan revirtiéndose con la baja de peso. Principalmente, las nombradas anteriormente tienden a normalizarse.

Lo que no puede faltar en el refrigerador

Evite en el refrigerador
  • Frutas.
  • Jugos naturales sin azúcar.
  • Productos lácteos descremados (leche y yogurt).
  • Queso o quesillo con bajo contenido en grasa.
  • Bebidas light en pequeñas cantidades.
  • Jaleas light.
  • Agua mineral.
  • Verduras.
  • Ensaladas preparadas, para facilitar su consumo
  • a los niños.
  • Postres saludables hechos
Para no tentar a los niños, los padres no deben tener a la mano estos productos:
  • Bebidas gaseosas azucaradas.
  • Postres preparados del tipo calórico.
  • Productos lácteos enteros.
  • Productos de rápido consumo y ricos en azúcar.
  • Sobras de comidas.
*Intente tener las comidas porcionadas, separando aquellas que son para el día y para la noche.
 

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