No producen síntomas hasta que se observa alguna enfermedad coronaria, por lo que es muy importante tener los factores de riesgo controlados y evitar el consumo de carbohidratos.
El 90% de las grasas contenidas en los alimentos y depositadas en nuestro cuerpo se encuentran en forma de Triglicéridos, y derivan de dos fuentes diferentes: de los alimentos grasos ingeridos, y de la síntesis en nuestro hígado a partir de otros nutrientes. El hígado transforma el exceso de calorías provenientes de las grasas y de hidratos de carbono que consumimos y los convierte en este lípido, que es el más común transportado en nuestra sangre.
Hay quienes los confunden o los asocian al colesterol, sin embargo los triglicéridos, a pesar de ser grasas, tienen varias diferencias con los primeros. La Dra. Paola Varleta, Presidenta del Departamento de prevención de la Sociedad Chilena de Cardiología, y cardióloga del Hospital Dipreca, explica dicha diferenciación: “Los triglicéridos pueden generarse a través de alimentos no grasos, tales como los carbohidratos (azúcares) e incluso del alcohol. En cambio el colesterol proviene exclusivamente de fuentes grasas, tales como las carnes, yema del huevo, productos lácteos cremosos y mariscos. Otra diferencia es que los triglicéridos se utilizan en el cuerpo como fuente de reserva energética, en cambio el colesterol se utiliza para la formación de hormonas y membranas celulares”, señaló.
A la vez, el exceso de colesterol en forma de partículas llamadas “de baja densidad” o mejor conocidas por los pacientes como “Colesterol Malo”, se deposita con avidez en las arterias, tapándolas. Esto se conoce como ateroesclerosis y es lo que los médicos tratan de evitar. “El colesterol malo es la partícula más asociada a ateroesclerosis, no así los triglicéridos, que son mediadores, pero no los más agresivos”, comenta la especialista.
Un mal aliado del corazón
Los triglicéridos pueden favorecer la enfermedad coronaria al propiciar la ateroesclerosis. Esto ocurre porque algunas moléculas que transportan colesterol también transportan estos
lípidos y son particularmente aterogénicas, es decir, favorecen el depósito de grasa en la arteria.
Los niveles normales de triglicéridos en la sangre se marcan en menos de 150 mg/dl. Para evitar valores superiores, lo primordial es controlar el peso, la ingesta de grasas y de carbohidratos o azúcares refinadas. “Es importante disminuir la cantidad de carbohidratos consumidos, tales como el pan, arroz, pastas, cereales y papas. Lo ideal es comer más fibras y pan integral. También, hay que disminuir el consumo de dulces, se recomienda reemplazar el azúcar por la sucralosa”, señala la Doctora. Para seleccionar bien las grasas a consumir, hay que considerar evitar el tipo de grasa que proviene de origen animal, tales como la mantequilla, lácteos enteros y carnes con grasa.
La presencia de triglicéridos elevados en la sangre es más frecuente en personas obesas, principalmente en aquellos individuos con obesidad abdominal. También se presenta a menudo en pacientes diabéticos, sobre todo en aquellos descompensados, y puede asociarse a alteraciones endocrinas, como enfermedades a la tiroides, y elevarse en individuos que beben alcohol en exceso.
Siempre es buen momento para un tratamiento
Importante es no esperar a tener síntomas para controlarse. Los triglicéridos se miden en la sangre con un perfil lipídico en ayunas y es necesario que sea parte de un chequeo médico para que el especialista lo evalúe relacionando otros parámetros del perfil lipídico y variables clínicas, tales como el peso y la presión arterial. “Así, si tienes algo elevada la presión y presentas obesidad abdominal, es altamente probable que tengas triglicéridos altos”, dice la doctora. También se asocia a colesterol protector bajo, que se conoce como colesterol HDL. “Este cuadro se conoce como síndrome metabólico y se asocia a alto riesgo de diabetes y enfermedad cardiovascular”, prosigue.
En suma, los triglicéridos elevados - al igual que el colesterol - no producen síntomas hasta que se observan las complicaciones coronarias u otras ya mencionadas.
¿Cómo se controla?
Disminuir el consumo de alcohol, de grasas y de azúcares refinadas es la clave para mantener este índice controlado o evitar su incidencia. Pero si con estas medidas y cambios en hábitos alimenticios no disminuyen los niveles, su médico puede iniciar tratamiento con algunos medicamentos, como el ácido nicotínico o con fibratos. “Una alternativa farmacológica más natural es el consumo de cápsulas de aceite de pescado con suplementación de aceite omega-3. Se recomiendan altas dosis de omega-3 para tener efecto sobre los niveles de triglicéridos”, señala la cardióloga.
Es fundamental recordar que un individuo puede tener triglicéridos elevados en la sangre por una enfermedad endocrina, como hipotiroidismo o diabetes mellitus. En estos casos es prioritario el control de la enfermedad de base para lograr disminuir los niveles de triglicéridos en la sangre. Esta es una condición metabólica que puede mejorar y empeorar,
para lo cual lo fundamental son los cambios de estilo de vida y mantenerlos en el tiempo. “Estos hábitos deben ser para siempre: lograr una dieta equilibrada, restringir el alcohol, mantener un peso adecuado y realizar ejercicios es lo fundamental”, concluye la doctora.
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